La ley debe estar en el corazón de la vida política, Felipe VI lo enfatizó a la vez que recordó a Podemos y los antisistema el trabajo arduo de generaciones en cuatro décadas de democracia. Llamamiento con firmeza a todas las fuerzas políticas para devolver el pleno prestigio a las instituciones y combatir con toda la energía a la lacra de la corrupción.
En su primer discurso de apertura solemne de las Cortes Generales al comienzo de la legislatura, el Rey reafirmó los tres compromisos de la Corona, con los ciudadanos, con la democracia y con España.
Felicitó al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, al que deseó "muchos éxitos" en su labor, y agradeció la colaboración "responsable y sincera" de los partidos que participaron en la ronda de consultas previa a esa sesión. Celebró que con la formación de Gobierno se haya puesto fin a una "compleja situación" iniciada tras las elecciones de diciembre del año pasado y que generó "inquietud y malestar" en la sociedad, "desencanto" e incluso "distanciamiento" en muchos ciudadanos, y "preocupación" en socios y aliados. La crisis de gobernabilidad, añadió, se ha resuelto "con diálogo, con responsabilidad y también con generosidad".
El Rey recordó que, el pluralismo político requiere de un diálogo permanente y de un debate constructivo. "Reclama que la generosidad, la responsabilidad, el respeto y el entendimiento sean valores permanentes en la vida pública; demanda la voluntad y la capacidad de llegar a acuerdos, de lograr la mayor concertación en las cuestiones básicas, y necesita el compromiso de todos con el interés general para resolver los problemas de los ciudadanos". El pueblo español, que ha demostrado madurez, sensatez y responsabilidad, destacó Felipe VI, reclama ahora "que dignifiquemos la vida pública y prestigiemos las instituciones".
Subrayó que hace casi cuarenta años España inició el camino de la reconciliación, la paz y el perdón, pero también el del entendimiento en democracia, el respeto a los derechos y libertades, el reconocimiento de la pluralidad política y la diversidad territorial, lingüística y cultural.
El momento más aplaudido por diputados y senadores fue cuando el Rey aseguró que los ciudadanos "nunca podremos valorar en toda su dimensión la serenidad, la ilusión y la esperanza del pueblo español en aquel entonces; nunca podremos agradecer suficientemente la valentía y la generosidad de aquellos que, con el dolor y la memoria todavía vivos en su alma, pusieron todo su corazón, toda su fuerza, para lograr, por fin, la reconciliación entre españoles y la democracia en España".
Recordó a las víctimas del terrorismo, para las que reivindicó "todo nuestro respeto y la mayor dignidad", y pasó después a reclamar que las dificultades no empañen los logros colectivos conseguidos hasta el día de hoy.
En su discurso, pidió expresamente fortalecer el Estado del bienestar para que los ciudadanos más desfavorecidos y más afectados por la crisis sientan "la solidaridad de la Nación de la que forman parte". El Estado, dijo, les debe proporcionar "credibilidad para poder recuperar sus expectativas de futuro, confianza para dar cauce a sus legítimas aspiraciones y esperanza para desarrollar un proyecto de vida digno".
Reclamó también la regeneración de la vida democrática, ya que la convivencia requiere "cuidado y atención para mentener su vitalidad". "La regeneración moral de la vida pública es una cuestión de principios, de voluntad y decisión; es también una cuestión de orden en el funcionamiento de nuestro Estado de Derecho, y antecedente necesario para poder recuperar la confianza de los ciudadanos". "Los valores éticos deben inspirar nuestra vida pública y debemos también asentar referencias cívicas en nuestro comportamiento social", añadió.
El Rey enfatizó que la Constitución reconoce una diversidad que "nos engrandece y nos debe fortalecer", y en ese punto alertó de que el respeto y la observancia de la ley y de las decisiones de los tribunales constituye una garantía esencial de la democracia".
En un Estado de Derecho, argumentó, la primacía de la ley elimina la arbitrariedad de los poderes públicos y asegura el ejercicio de los derechos y libertades de los ciudadanos. "Igualmente", precisó, "el diálogo y el entendimiento son exigencias de cualquier régimen de libertades. Por ello, el diálogo dentro del respeto a la Ley es consustancial a la Democracia".
"Un diálogo que debe ser sincero y leal, y en el que el autogobierno de nuestras comunidades autónomas preserve las exigencias de igualdad entre todos los ciudadanos y la solidaridad entre todos los pueblos de España. Un diálogo que se vea fortalecido e impulsado por el espíritu fraternal entre todos los españoles".
"España no puede negarse a sí misma tal y como es; no puede renunciar a su propio ser; y no puede, en fin, renunciar al patrimonio común construido por todos y desde el que debemos seguir edificando un futuro compartido", concluyó.
En el ámbito internacional, pidió que en la acción exterior de España no haya más fronteras "que las marcadas por nuestras leyes y compromisos, y por nuestros recursos y capacidades".
Ante los retos pendientes, llamó a desterrar el aislamiento, el pesimismo y el espíritu destructivo y optar por el espíritu de superación, el ánimo constructivo, la ilusión y la esperanza.
"Nuestro recorrido en la historia más reciente no ha estado exento de dificultades. Las superamos y las volveremos a superar. Estoy convencido de que en el pueblo español late un profundo deseo de abrir una nueva etapa de prosperidad en nuestra historia centrada en el valor de la convivencia y el entendimiento y en nuestra voluntad de progresar juntos".
El Rey concluyó animando a los dirigentes políticos a afrontar la tarea necesaria para mejorar la vida de los ciudadanos. "Se lo debemos pero, sobre todo, se lo merecen", finalizó, dando las gracias en castellano, catalán, euskera y gallego.
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