Tres artículos de Sophy Caulier (Le Monde, 19/11/2017) han tratado días atrás sobre comunicación y tecnología: “La voix nouvelle révolution de nos universe numériques”; “Aucun assistant intelligent n’est pour l’instant capable de tenir une conversation” y “La traduction vocal simultanée n’est plus une utopie”.
Yo había tratado días atrás con una lectora acerca de la última cuestión. En realidad la enseñanza bilingüe podría estar sobredimensionada en un mundo en el que ya será posible que dos personas con diferente idioma materno se entienda sin saber la una la lengua de la otra.
En principio, aprendemos idiomas para saber lo que dice otra persona de idioma diferente al nuestro. Pero el “intérprete simultáneo” será algo al alcance de quien tenga el aparato que escucha al que habla y traduce sobre la marcha al que oye.
Eso en el hablar, porque en la escritura, si lo hubiera deseado, podía haber leído en francés con un simple traductor de Internet (translate.google.com, por ejemplo) el artículo de Sophy Caulier.
Cierto que estos diccionarios cometen errores y sus algoritmos no contienen los innumerable giros y frases hechas de cada lengua. No digamos nada de las figuras del lenguaje o, mucho más profundamente, las sutilezas del humor, el sarcasmo o el doble lenguaje. Los actuales traductores son simples, transparentes como un niño brutalmente sincero como el cirujano autista de la serie televisiva “The Good Doctor”.
Sin embargo, no deja de tener su utilidad si uno no necesita nada más que una traducción del sentido primario de frases sencillas. Pero si lo pensamos un poco también concluiremos que los primeros vagidos de la interrelación informática apenas servían para unas pocas instrucciones básicas en lenguaje binario, apta sólo para iniciados programadores, y hoy ya circulan millones de millones de mensajes vía Internet.
La voz es la nueva revolución en la inteligencia artificial, al menos de aquella que pueda pasar de investigación a su empleo por ciudadanos comunes: “Portée par les progrès de l’intelligence artificielle et du traitement du langage naturel, la voix s’impose peu à peu comme la nouvelle interface pour atteindre l’univers numérique” subraya Mme. Caulier.
Por otro lado Siri (Apple), Iris (Android), Cortana (Microsoft), Alexa (Amazon) o Jarvis (creado por Mark Zuckerberg) son asistentes, complejos softs programados para atender a la voz humana y responder con la suya. Estos asistentes parlantes “son mucho más que eso. Son los precursores de una ola que promete una inundación tan grande, si no más, que la del iPhone hace diez años”, explica Sophy Caulier.
Capaces de responder a las cuestiones que se les proponga en alta voz, ofrecen con su voz también respuestas practicables. Están en los coches, en las casas y cada vez los llevaremos más cerca, encima para que nos resuelvan consultas sobre citas, lugares, tiempos y preferencias. Encima y cerca, aunque supongo que no en nuestro corazón, ni nosotros en el suyo: no lo tienen.
Por otro lado, llama la atención la entrevista que la autora de los artículos citados hace a Nicolas Demassieux en la que éste, Director de Investigación de Orange, sostiene que “ningún asistente inteligente es capaz por el momento de mantener una conversación”.
La palabra clave ahí es “conversación”, que evoca de nuevo cómo los investigadores en Inteligencia Artificial y sus aliados necesarios de la comercialización de los inventos continúan en el esfuerzo comunicativo para llegar a sus destinatarios: los consumidores. De ahí que se llamen “amigos” a los de Facebook, o “seguidores” a los de Twitter, o “conversación” a la interacción con un “asistente” de metal, silicio y algoritmos.
De estas realidades tenemos que admirar la conectividad que facilitan, y su utilidad para tratar masivamente informaciones o hacer cálculos imposibles para la mente humana.
Aunque conviene pensar acerca de lo que es la comunicación humana, su sentido verdadero y su importancia para vivir vida realmente humana.
O al menos, a las puertas de la inundación de voces técnicas, no está mal preguntarnos si hablar con una máquina es conversación de personas; si una amalgama de reacciones sincréticas sirve a la verdad; si escuchar un consejo tomado de un almacén virtual sustituye al susurro íntimo del amigo personal que abraza tu problema; si el sonar de la voz grabada tiene la densidad de la voz amada cantando con sus ojos delante y su voz en nuestro rostro la inolvidable canción de un noviembre lluvioso y frío que los dos sabéis que no volverá.
Casi todo está al alcance de la evolución tecnológica, menos algo tan falible y a la vez tan amable como la verdadera comunicación humana: eso es para personas.
Ahora mismo le he pedido a mi asistente personal inteligente:
.- Siri, por favor, canta un canción tierna.
.- Enseguida, José: “La cucaracha, la cucaracha ya no puede caminar…”
El vello de punta y una lágrima resbala emocionada desde el balcón de mis ojos.
Idea fuente: Asistente personal inteligente: necesidad de la persona para la conversación; necesidad de la conversación para la persona.
Música que escucho: “You’ve got a friend”, James Taylor (1971)