Una bomba estalló entre las estaciones de Sennáia Plóshad y Tejnologícheskii Institut del metro de San Petersburgo en, según confirmaron analistas, un atentado terrorista contra la intervención de Rusia en Siria y las políticas de Vladimir Putin en Oriente Medio. La pista de ISIS (Estado Islámico, Daesh) en retirada en el primer plano de la investigación. La bombra provocó diez muertos y 40 heridos.
Una segunda bomba, que no llegó a estallar, se encontró en la estación de Ploshad Vostanie. El metro de San Petersburgo es el cuarto de Europa -tras los de Moscú, París y Londres-, y el más profundo de Rusia.
Quien lo hizo quiso provocar caos y pánico, y una matanza. Y humillar además a Vladimir Putin, quien se encontraba en la que es su ciudad natal y feudo político para reunirse con el presidente de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko.
Sennáia Plóshad es una estación importante por sus conexiones y transbordos. Según las investigaciones, en base a testigos, una persona lanzó una mochila a un vagón antes de que arrancara el convoy. La explosión se produjo en el interior de un túnel tomando la decisión el conductor de no parar hasta llegar a una nueva estación.
Las primeras investigaciones confirmaron el atentado terrorista. No apuntan a un lobo solitario sino a exguerrilleros de ISIS en retirada que podrían estar regresando de Irak o Siria. Se calcula que varios miles de ciudadanos rusos han podido estar implicados en el momento de más poder de la guerrilla suní en Siria e Irak. Serían no sólo de ciudadanos de Rusia sino del espacio político que fue la Unión Soviética.
Expertos y analistas temen que organizaciones terroristas del Cáucaso y Asia Central hayan situado a San Petersburgo en uno de sus nuevos objetivos en su lucha contra Vladimir Putin. La organización terrorista Vilaiat Kavkaz, con la ideología de ISIS, mató a finales de marzo a seis soldados rusos en una emboscada. Terroristas de ISIS en retirada podrían ahora haber golpeado de forma sanguinaria en San Petersburgo.