Atención a las sorpresas que llegan en todas las direcciones. El día de la entrada de Jaume Matas, exministro de José María Aznar y expresidente de Baleares en prisión -y la decisión de Felipe VI de hacer públicas las cuentas de La Moncloa-, Pedro Sánchez llegó a La Moncloa.

Antes, en la reunión con la Ejecutiva Federal del PSOE, el líder socialista mostró el clima de urgencias para reaccionar a la posible alianza de Podemos de Pablo Iglesias con Izquierda Unida. Considera que movilizar a los 3,5 millones de electores perdidos desde noviembre de 2011 es una cuestión que debe involucrar a todo el partido. Pedro Sánchez está plenamente de acuerdo con Felipe González en que lo que está en juego es el riesgo de perder su condición de partido de gobierno. Lo sintetizó con enorme sinceridad este fin de semana como contó Hechos de Hoy: "Nuestro partido no es fruto de una torrentera;, el populismo sólo es poner la vela en la dirección que sopla el viento y eso no lo vamos a hacer".

Para comprender el clima de este encuentro y la personalidad de quien llegó a La Moncloa hay que conocer todos los datos del marco político. Mariano Rajoy fue desde el comienzo algo más que un buen anfitrión. Bajó los escalones de La Moncloa para recibirle a pie de calle, con afecto. Quiere que haya un buen clima en esta nueva relación que empieza. Hubo un ambiente muy distendido, con sonrisas y sin atisbo de tensión por ninguna de las partes. Mariano Rajoy tuvo además un gran detalle que muestra perfectamente su respeto a la rápida sucesión de Alfredo Pérez Rubalcaba en el PSOE. Dejó que Pedro Sánchez explicara su versión de este encuentro en la sala de prensa del Consejo de Ministros, la reservada para el portavoz del Gobierno y para el presidente. Algo más que un gesto de cortesía.