Sufragistas es la cinta más reciente de la directora británica Sarah Gavron, con un equipo mayoritariamente femenino, que basándose en hechos reales, retratan la situación social y política de las mujeres en Inglaterra en los inicios de la Primera Guerra Mundial.
En los inicios del pasado siglo, ya se escuchaban levantamiento de las mujeres en el mundo, en donde habían muchas diferencias y estaban relegadas a un segundo plano, por eso se centraron en el derecho al voto, como la gran oportunidad de empezar a cambiar esa situación, y de esa ideología nace el movimiento de las Sufragistas.
Como las protestas pacíficas fueron ignoradas por muchos años, se decidió hacer una protesta más visible y violenta, centrada en acciones que generaran impacto. Maud Watts, interpretada por una estupenda Carey Mulligan, en el mejor papel de su carrera hasta ahora, es el centro de esta historia, y junto con ella el espectador experimentará su propio cambio en la forma de pensar, de cómo pasa de ser otra de las miles de mujeres relegadas a trabajar en una fábrica por un pago mucho menor al de los hombres, a la de una abanderada del movimiento sufragista.
Aunque posee buen ritmo y una ambientación fidedigna, hay que hablar sobre algunos desaciertos, como el manejo de la cámara. El movimiento ayuda a mantenerse sobria ante escenas “lacrimógenas”, pero en otras simplemente entorpece la acción. En el reparto destacan Carey Mulligan, Helena Bonham Carter, Meryl Streep, Anne-Marie Duff, Brendan Gleeson, Ben Whishaw, Romola Garai y Samuel West.
El filme es un alegato sobre el drama que viven las personas sin techo. Richard Gere se pone en la piel de un vagabundo de la ciudad de Nueva York que busca cobijo a través de las adversidades callejeras que le llevan a refugiarse en un centro de acogida repleto de personas marginadas. Es un proyecto de empatía y de compasión en el que comparten reparto los actores Ben Vereen y Jena Malone.
"El filme pretende hacer llegar al público cómo se siente una persona cuando está fuera de tiempo y de lugar", destacó. Sin embargo, este no es el único mensaje que busca transmitir la película, según el artista de Filadelfia. "La cinta tiene un discurso universal, aplicable a todos los ciudadanos y no solo a los menos favorecidos, que es la necesidad de pertenecer a algún colectivo, de sentirse parte de algo", abundó.
En 45 años el cineasta Andrew Haigh propone un viaje donde el tiempo tendrá un protagonismo especial. 45 años no son pocos, los suficientes para que sirvan como fundamento de algo sólido e inquebrantable, sea lo que sea de lo que estemos hablando, por ejemplo un edificio o un matrimonio.
Pero se sabe desde Einstein que el tiempo es relativo, por eso lo mismo da 45 años que una semana para que cualquier edificio, por muy estable y sólido que parezca, pueda venirse abajo. Y precisamente son esos caprichos perpretados por el tiempo los que presenciaremos en 45 años, último film de Andrew Haigh basado en el relato corto de David Constantine.
45 años es un relato sobre las apariencias, sobre matrimonios estables que no lo son tanto, sobre antiguos amores que son más reales que los presentes y sobre la mentira que el ser humano es capaz de arrastrar toda una vida.
La forma en la que Andrew Haigh estructura el relato y la temática misma recuerda al Bergman de Secretos de un matrimonio (1973), donde la evidencia de una tragedia se va mascando poco a poco a través de la rutina de un anciano matrimonio que a través de 45 años han tejido una vida en común y que ahora se sumerge en la música de Bach, paseos por el campo y lecturas de Kierkegaard.
Gerard Johnson y Peter Ferdinando, director y protagonista respectivamente, vuelven a crear un estimulante tándem creativo en este thriller de bajo presupuesto con claro aroma amateur e influencias de cineastas como Winding Refn. Ferdinando es el protagonista de un grupo de policías corruptos en los barrios bajos de Londres que se verá envuelto en el meollo entre mafias de paquistaníes y albanos con una mujer de por medio.
Angono Mba, un octogenario guineano, rememora la expedición en la que hizo de porteador para el cineasta Manuel Hernández Sanjuán, recorriendo la Guinea Española entre 1944 y 1946 en busca de un misterioso lago, donde según contaba una leyenda africana, se podían ver 10.000 elefantes juntos. De la obsesión del cineasta español por encontrar aquel lago, de las aventuras propias de la expedición, surge esta historia de fascinación por África, el pasado y la memoria.
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