Lest we forget how fragile we are
On and on the rain will fall
Like tears from a star/
Fragile, Sting
En todos los medios hay alguien que se atiene a principios. Siempre tendremos esa persona con valores. No nos faltará quien escriba bien. Esa pluma – ese teclado – que inyecta belleza en lo que cuenta. Y que cuenta con honradez u opina con integridad. Haberlos los hay.
Sin embargo, ya lo sabíamos, no es lo mismo valor que popularidad. Se hace difícil ser leído y seguido por personas que aprecien una obra bien hecha. Hoy, donde apenas se lee algo más allá del titular.
Hoy, donde las audiencias de informativos se quedan -cuando se quedan- en las entradas, en los breaking news. Hoy donde, comprobado está, resulta más creíble un bulo y fake news que la verdad simple y llana. Hoy, cuando, personas sin formación pero con pulgares largos percuten en las redes con datos más veloces y verosímiles que el investigador que lleva años escudriñando unos vestigios. Hoy, donde el Dogma es Wikipedia y la Herejía es cualquier sabio – sabio: el que escribe de lo que sabe – que contradiga la ideología, verdadero pensamiento único, imperante.
Son pocos, pero los hay. Por mis trabajos he conocido y conozco comunicadores que estudian los temas, los preparan y los exponen sin hacer componendas, sin concesiones a una galería, que en algunos foros yace estabulada. He conocido y conozco periodistas que enfrentados a un hecho relevante, lo investigan, lo contrastan hasta donde pueden, y luego aplican una ciencia, la ciencia de contar, sin ventas de humo ni enjuagues de conveniencia.
Conveniencia es tantas veces connivencia y complicidad.
Pero siendo pocos señalan a muchos donde está ahora la grandeza.
Grandeza es tener la gallardía de perder horas en la biblioteca – me vale Internet – para dar con el conocimiento, la definición, los límites y las posibilidades de la materia de interés.
Grandeza es escribir sin ensuciar lo que te hace mujer o te hace hombre; sin contradicción con la verdad íntima insobornable de ser persona.
Grandeza en el oficio de comunicar es no dar ni un segundo de audiencia, y menos hacer de repetidor, a favor de quien el único crédito que puede concedérsele es el que le serviría para aspirar hacerse con el Premio Pinocho.
En el uso de la redes sociales la grandeza se contiene en hacer aprecio a un decálogo difundido precisamente en una de ellas. El “tercer mandamiento” es bien concreto: “No confíes siempre en lo que encuentras por la red, pues muchas cosas no tienen una base solida y pueden haber sido inventadas”.
Para aumentar la grandeza es lógico a apoyar a los grandes, a los que hacen más bien que mal, a los que escriben con altura, a los que tienen coraje y también compasión, a los que aman lo que escriben porque escriben con amor y con profesión, con dedicación.
Sí, puede que sean pocos, pero es claro que son necesarios porque con su palabra y su ejemplo están abriendo brecha en el tenebroso muro que está emparedando la Libertad entre falsas libertades.
No es pedir mucho, es pedir lo necesario: la grandeza de espíritu para servir a la sociedad en un momento especial de cambio de época. Una época que no sé como la llamarán pero que es Comunicación, que es palabra, que es imagen.
Idea fuente: la grandeza como requisito del espíritu de la comunicación