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CANTAR EN CRIMEA

Eurovisión y euroceguera, el caso de Ucrania y la rusa Yulia Samoilova

Ciegos, y sordos a la buena música. No deja de ser irónico que descreídos del Hombre, de Europa y hasta de Dios tarareen sin saber su origen la sintonía de la UER: el Preludio del "Te Deum", de Charpentier.

Hechosdehoy / José Ángel Domínguez
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Según The Guardian “Yulia Samoilova handed lifeline after host nation Ukraine barred her from country for illegally entering Crimea”. El Frankfurter Allgemeine Zeitung daba la noticia con este detalle: “el servicio secreto ucraniano SBU ha prohibido la entrada a la candidata de Rusia al “Concurso de la Canción de Eurovisión” de este año en Kiev, Julia Samoilova, por haber cantado en el año 2015, sin poseer un permiso de entrada en Ucrania, en la península de Crimea en el Mar Negro anexada por Rusia”.

De manera parecida describe el hecho El Mundo: “Kiev ha dado un portazo a la representante de Rusia en Eurovisión, cuya próxima edición se celebrará el 13 de mayo en Kiev. La razón: haber ofrecido un concierto en Crimea”.

Y para Le Monde que comienza su artículo “La géopolitique ne s’est jamais tenue éloignée de l’Eurovisión”, el fondo es, si no otro, sí algo más profundo.

 

Efectivamente el Festival de Eurovisión además de un concurso musical es un escaparate para la comunicación social. Lo ven más de 200 millones de personas. Quienes quieren demostrar poder desean que sus ideas se trasluzcan por el cristal de ese escaparate: gobiernos, políticos, grupos de presión, lobbies ideológicos y mercaderes de lo sectario no pueden dejar pasar esa oportunidad sin interferir.

Los de más edad recuerdan la descalificación en la edición de 1968 de Joan Manuel Serrat que quería cantar La-la-la en catalán y el gobierno español se lo prohibió para que cantase la canción en la lengua común de los españoles. Le sustituyó y ganó Massiel. También más recientemente el gozo se adueñó de los defensores de la ideología de género con la victoria de una señora con barba llamada Conchita Wurst.

No pocos señalan que de hecho, casi desde los comienzos, se observan algunas alineaciones políticas en las votaciones de modo que los máximos votos de un país van a otro afín: Portugal-España; Rusia-Bielorrusia.

Recuerdo cómo en casa nos reíamos con mi padre cuando jugaba a adivinar con argumentos políticos hacia dónde irían los votos de tal o cual nación: “verás, verás: ahora Mónaco nos da doce votos porque Rainiero y Grace veranean en España”. O, “nosotros votaremos a Alemania para que siga ayudando a nuestro desarrollo y para fastidiar a Francia”. Solía acertar.

Hoy, con el voto popular telefónico pueden apreciarse también tendencias derivadas de los gustos juveniles, de los movimientos migratorios o, como es el caso del veto ucraniano, rivalidades profundas.

 

De hecho Ucrania ganó el año pasado con Jamala y su 1944 que evocaba indisimuladamente las deportaciones de tártaros de Crimea por orden de José Stalin. La respuesta de Moscú, enviando a una rusa de 27 años que va en sillas de ruedas y que, efectivamente, actuó en 2015 territorio ilegalmente ocupado, refleja los tintes de la especializada manipulación política de la que tienen los rusos verdaderos expertos; haz KGB que algo queda.

Con la selección de Julia Samoilova los responsables rusos habían puesto al gobierno de Kiev ante un dilema: si permitían entrar en el país a la cantante infringían sus propias leyes que prohíben la entrada a quien apoyó la anexión de Crimea; si, como han hecho, vetan a la cantante, además de inhumanos e insensibles, parecerá politizadores del Festival de Eurovisión, y por extensión condenados por la opinión pública que le acusará de encerrar la música en posturas partidaria.

Son listos los rusos. Esta batalla de la guerra de Ucrania, la batalla del Frente de Comunicación y Opinión Pública, la han llevado al terreno en el que no pueden perder.

La organización de la Unión Europea de Radiodifusión (UER) ha ofrecido a Rusia que Julia Samoilova participe vía satélite. En Rusia alguna sobreactuación de vestal violada amenaza con no participar nunca más en este festival. Otra voz, ésta de la Cadena Uno controlada por el Estado, dice que en 2018 volverán a enviar a la joven cantante de la silla de ruedas.

Me temo que Europa no tiene Eurovisión, padece Euroceguera. O al menos a una miopía crónica, progresiva y, espero que curable. Porque no es sólo en la música de marras; otras manifestaciones artísticas propias de la Civilización de las Pantallas sufren este deterioro.

Le pasa a Europa que volcada sobre aspectos materiales, epidérmicos, efímeros y aun accidentales se muestra impedida para ver, pensar, repensar, conocer y amar lo que ella misma es y qué cosa significa ser persona humana. Probablemente ya están detentando el poder personas incapacitadas para contestar a la pregunta ¿qué es el Hombre?

Y sin embargo nos va mucho en que respondan acertadamente a esa cuestión. Si no, van a tener difícil evitar la tentación de manipular a discapacitados, manosear las leyes naturales o abolir la vida. Ciegos conduciendo a otros ciegos: nosotros.

Ciegos, y sordos a la buena música. No deja de ser irónico que descreídos del Hombre, de Europa y hasta de Dios todos tarareen sin saber su origen la sintonía de la Unión Europea de Radiodifusión: el Preludio del “Te Deum”, de Charpentier.
 
Idea fuente: Nuevamente Europa tiene que ser ella misma también en la televisión

Música que escucho: Waterloo, ABBA (con esta canción y este grupo Suecia ganó el Festival de Eurovisión de 1974 celebrado en Brighton, Reino Unido)
 

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