Caos sobre el caos al sobrevolar un helicóptero de la CICPC (la Policía Científica de Venezuela) la sede del Tribunal Supremo. Al mando del helicóptero el comisario Óscar Pérez. Tiroteó el edificio, arrojó cuatro granadas, y desplegó la bandera-pancarta Libertad, 350, el artículo de la Constitución que autoriza a los venezolanos a "desconocer el régimen que contraríe las garantías democráticas y menoscabe los derechos humanos".
Si faltaban elementos para añadir dramatismo y tensión, ya llegaron. Sería el guión de una película de acción si la situación no fuera tan angustiosa en Caracas, que se desliza continuamente a un escenario de crisis total, una deriva permitida, y se diría que protegida, por Cuba.
El helicóptero de la Policía Científica atacó la sede del Tribunal Supremo. Le respondió la Guardia Nacional Bolivariana. El aparato, con el comisario Óscar Pérez a los mandos, pudo ser robado de la base aérea Francisco de Miranda, en el centro de Caracas. Tras su ataque al Tribunal Supremo, desaareció.
El comisario Óscar Pérez subió varios vídeos a Instagram asegurando que forma parte "de una coalición de funcionarios militares, policiales y civiles en contra de este Gobierno transitorio y criminal". Dijo que "siempre volé con helicópteros del Sebin al mando del comisario Pedro Pérez”.
Su ataque a las sedes del ministerio del Interior y del Tribunal Supremo puede ser un pulso personal al presidente Nicolás Maduro o el embrión de una crisis de descomposición y lucha dentro del chavismo. Dejó un mensaje de libertad y de llamada a la insurrección. Y un clima de una Caracas militarizada, una metrópoliba bajo represión, asesinatos, saqueos y desesperación.