Indignación y dolor en Ferguson en las marchas en memoria de Michael Brown, el joven negro de 18 años que fue asesinado hace un año por disparos de un policía blanco. Aquel epiodio desencadenó el movimiento nacional de Black Lives Matter (Las vidas de los negros importan).
Abrió el debate obre la forma en la que la Policía actúa en Estados Unidos con las comunidades negras. Ferguson, suburbio del área metropolitana de San Luis (Misuri),no olvidó aquel 9 de agosto del 2014. Estados Unidos tampoco.
Se convirtió en el símbolo de las desigualdades raciales. Destapó la violencia policial y judicial contra los afroamericanos. Michael Brown, de 18 años, negro y desarmado, fue acribillado a balazos por el policía blanco Darren Wilson. Un informe del Departamento de Justicia reconoció que los ciudadanos negros de Ferguson, que representan casi el 70% de los 21.000 residentes, eran el objetivo de las multas de la Policía para recaudar fondos.
El aldabonazo de Ferguson -a 16 kilómetros al norte del centro de San Luis– permanece. Marcó un punto de inflexión sobre el trato de las fuerzas de seguridad a las minorías y desencadenó meses de continuadas protestas.
Abrió el debate que no cesa. Logró que casos similares adquieran una notoriedad que antes no habrían alcanzado. Desde entonces se han producido otros sucesos similares en varias ciudades -desde Nueva York o Texas a Baltimore y Cincinnati-.
En los primeros cinco meses de 2015, la policía mató en Estados Unidos a 385 personas, más de dos al día, según The Washington Post. El ratio de víctimas negras triplica a las blancas. El 80% de las víctimas estaban armadas. De las desarmadas, dos tercios eran negras o hispanas, muy por encima de su peso demográfico.
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